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martes, 5 de agosto de 2014

INTERVENCIÓN DIVINA EN LAS CRISIS DE LA IGLESIA: (3a parte)


INTERVENCIÓN DIVINA EN LAS CRISIS DE LA IGLESIA
R. P. Arturo Vargas



 TRIUNFO MUNDIAL DE LA HEREJIA.

El Patriarca hereje de Constantinopla recibió la carta del Papa como una victoria completa para su tesis, utilizando para su causa la autoridad del Papa y el deber que todos los fieles tenemos de obedecerlo, como cabeza suprema de la Iglesia. 
(Situación que se planteó a los mismos fieles después de Concilio Vaticano II, con las consecuencias que ya nos son conocidas y resumidas por estas palabras de Mons. Lefebvre “Queridos amigos Roma perdió la fe, Roma va hacia la apostasía” (octubre de 1987) por desgracia no podemos afirmar lo contrario, con gran consternación vemos como la Roma actual ya no es la Maestra de la Verdad sino maestra de la herejía modernista que resume en si a todas las herejías a las que la Iglesia se ha enfrentado durante toda su historia. Hoy como antes se nos pide obediencia, obediencia que no tiene razón de ser por ir en contra de la Verdad Única ni tampoco la puede imponer la congregación San Pio X si se quiere conducir a los fieles a un redil que ya no es el de Nuestro Señor Jesucristo so pena de la negación de los sacramentos para aquellos que no están de acuerdo con ellos, es lamentable, es lamentable…) 


Lo que desgraciadamente fue un golpe demoledor para la causa ortodoxa, clérigos y seglares hasta el momento firmes en la ortodoxia, al ver que el Papa Honorio I apoyaba al Patriarca Sergio y desautorizaba la labor de San Sofronio, consideraron un deber de conciencia obedecer al Papa y abandonar a San Sofronio pasándose en masa al bando de la herejía. 

(Desde Pablo VI hasta Juan Pablo II Mons. Lefebvre se vió perseguido, desautorizado y descreditado. A pesar de todo eso él se mantuvo firme e inconmovible a tal punto de ser “excomulgado” por la consagración de los obispos y morir en ese supuesto estado de “EXCOMUNION” para que ahora sean sus propios discípulos quienes lo entregan a quienes perdieron la fe como más arriba dijimos y esta conducta es reprobable y llevada al colmo cuando afirman con cierta irrealidad que, “Para mí, Lefebvre habría dicho que sí”, según lo afirmó en su momento Mons. Fellay, en sus declaraciones a de Vatican Insider).

Pero Cristo Nuestro Señor si bien permite que su Iglesia pase por agudas pruebas y crisis que, duran décadas, o siglos, quizá para probar la entereza y fidelidad de los buenos cristianos; NO PERMITE NUNCA QUE LA SANTA IGLESIA LLEGUE A SER DEFINITIVAMENTE VENCIDA, y la salva, dando un apoyo sobrenatural a esos santos caudillos que hace surgir siempre en estas ocasiones. 



(Así ha sido siempre, lo es y lo será. Muy oscuro parecía el destino de la Iglesia cuando terminó el Concilio Vaticano II, señales de un caudillo no se veían y Dios, en su misericordia divina, nos envió dos; Mons. Lefebvre y Mons. De Castro Mayer a quienes tuve la dicha de conocerlos, tratar familiarmente dado que, en su sencillez y simplicidad, se prestaban a admirar y respetar; y mi ordenación providencialmente se la debo a Mons. Lefebvre de cuyas manos recibí el sacramento del sacerdocio y, en consecuencia, recibí de él, lo que él recibió: esa hermosa herencia apostólica que ahora con la gracia de Dios Nuestro Señor Jesucristo y la ayuda de su Santísima Madre, quiero defender y transmitir, quiera Dios logre mi intento.)

San Sofronio, al leer la carta del Papa, recibió un golpe tan inesperado como contundente, pero asistido de la divina inspiración y de gran fortaleza, que nunca falta a estos grandes santos, lejos de doblegarse a las órdenes del Papa y, considerando que este había sido engañado por Sergio, mandó al Sumo Pontífice al presbítero Esteban con el fin de que éste explicara a Honorio I con toda amplitud los términos y alcance de la controversia y, a la vez, le entregara la carta sinodífica en defensa de la ortodoxia. (Quien no ve en esta actitud la conducta de el gran apóstol amonestando a San Pedro cuyo émulo lo fue el mismo Mons. Lefebvre no solo los que compartimos con él la mesa, asistimos a sus conferencias y platicamos con él, sino también los que no lo conocieron más que por sus libros y sus alocuciones por los medios de comunicación, vimos en él a otro San Sofronio guardando las debidas distancias y los tiempos. ¿Cuántas veces no advirtió a los sumos Pontífices sus errores y sus desviaciones doctrinales? Muchas. Ya en presencia de ellos, ya por escrito, ya privadamente como en público llamo la atención a los jerarcas de la Iglesia modernista hasta que comprendió que seguir así era perder el tiempo y desistió, no sin un inmenso dolor de su alma como quien era un verdadero hijo de la Iglesia y un hombre de Dios).

El Papa recibió al enviado de San Sofronio, pero desdichadamente, desechó sus puntos de vista (paradójicamente lo mismo le sucedió a Mons. Lefebvre lo escucharon hasta que se les acabo la paciencia para después despedirlo o dejarlo largas horas esperando o enviando a otra autoridad para que lo atendiera y le confirmó la orden de guardar silencio, mandando una segunda carta de la cual solo se conservan algunos fragmentos donde se lee: “EN CRISTO NO DEBEMOS NOSOTROS AFIRMAR DOS VOLUNTADES SOLAMENTE DEBEMOS CONFESAR DOS NATURALEZAS UNIDAS EN UN SOLO CRISTO…DEBEMOS RECONOCER UN OPERANTE UNICO QUE ES CRISTO, EN SUS DOS NATURALEZAS, Y EN VEZ DE DOS ENERGIAS (VOLUNTADES) QUE SEAN PROCLAMADAS MEJOR, CON NOSOTROS, LAS DOS NATURALEZAS”


SAN SOFRONIO ANTE EL DILEMA CAPITAL DE OBEDECER AL PAPA, PERMITIENDO EL TRIUNFO DE LA HEREJIA O DEFENDER LA ORTODOXIA, DESOBEDECIENDO AL PAPA.

En esta segunda carta el Papa daba definitivamente el triunfo a los herejes y ordenaba una vez más a San Sofronio guardar silencio, dicha carta en el santo, como es natural, provocó los más terribles conflictos en su conciencia. Por una parte, si por defender la verdad revelada por Dios y la verdadera doctrina de la Iglesia, desobedecía al Papa, podría quebrantar la fe y la confianza en el Primado de Pedro, además, desobedeciendo al Papa podría poner en peligro el principio de la autoridad en la Iglesia y sentaba un precedente, que podría conducir a la anarquía y al desastre. Pero, por otra parte, si por evitar tan grandes males, obedecía al Papa, traicionando a Cristo y a la verdad revelada, esto conduciría al desastre total de la Santa Iglesia, ya que en estos momentos, los únicos portavoces y defensores de la verdadera doctrina, eran San Sofronio y los pocos que aún le seguían. 

(El texto anterior nos pone ante una realidad que en la actualidad nos vemos constreñidos a meditar y analizar, con la luz del Espíritu Santo, la situación en la cual Nuestro Señor Jesucristo nos pone en estos momentos de la Iglesia. A mi humilde forma de ver San Sofronio nos ahorra mucho terreno en el tema, pues esta situación de la actual Iglesia modernista nos es más clara que en los tiempos de San Sofronio. Las mismas razones que lo llevaron a tomar tan dura decisión son, por fortuna las que nosotros debemos hacer nuestras sin resquemores de ninguna índole, sin ninguna reserva alguna de nuestra parte y sin temor a errar recordando aquellas memorables palabras de nuestro amado Redentor:

“Todo el que me niegue en la tierra Yo lo negaré en el cielo y todo el que me confesare en la tierra Yo confesaré en el cielo” es como si dijera en otras palabras: Todo el que me defendiere en la tierra e hiciere lo mismo con mi doctrina y luchare por los derechos de mi casta Esposa la Iglesia Yo haré otro tanto y aun mas por él en el cielo. San Ambrosio, San Atanasio entre otros tantos nos enseñaron junto con San Sofronio que primero esta Dios antes que los hombres por muy altos cargos que estos tengan dentro de la Iglesia y todo esto porque el mismo apóstol San Pedro amenazado por el pontífice Caifás contesto con sencillez y simplicidad: “Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres”.


Demostrando con ello que los derechos y autoridad de Dios son superiores a los derechos de los hombres y su autoridad. Por último Mons. Lefebvre como Mons. De Castro Mayer, ¿acaso no hicieron lo mismo que sus antecesores? No prefirieron la reprobación de las autoridades Romanas modernistas, la crítica amenazante del mundo y sus secuaces y hasta la traición de sus mismos discípulos? Basta recordar triste entrega de la obra de Mons. De Castro Mayer (asociación pía San Juan María Vianey entregada por don Rifan, hombre de confianza de Monseñor) a Roma de parte de quien en ellos confiaba, este mismo camino que sigue la Fraternidad San Pío X).

Ante terrible disyuntiva, San Sofronio optó por la que el consideró el menor mal, o sea, DESOBEDECER AL PAPA Y ENFRENTARSE A EL, para defender la ortodoxia, en contra de la herejía y salvar así a la Santa Iglesia de la catástrofe que sobre ella se cernía.

La Iglesia Católica posteriormente dio su juicio definitivo sobre la decisión que San Sofronio tomó ante la disyuntiva a la que fue sometido, ya que, por una parte, lo canonizó, mientras que por otra, fulminó un terrible anatema en contra del Papa Honorio I, contra los Patriarcas y Obispos que encabezaban la herejía. Además al elevar a los altares a San Sofronio, santificó su “REBELDÍA” en contra de un Papa y un episcopado mundial que habían faltado gravemente a sus deberes de sostener y defender la verdadera fe, sentando así un precedente que servirá de norma de conducta a los clérigos y seglares que, con el devenir de los siglos, se encuentren ante UNA SITUACIÓN SEMEJANTE, ANTE EL TERRIBLE DILEMA 

(Estoy firmemente convencido que esta situación de SANTA REBELDÍA enarbolada por los dos grandes Obispos fue justa y necesaria, como también la posición nuestra debe ser firme teniendo como fundamento mediato el ejemplo que nos legaron estos dos grandes defensores de la Verdad y la Doctrina de Nuestro Señor. En nuestros momentos de flaqueza, de duda y de incertidumbre miremos a estas dos grandes lumbreras que, desde su nada, con tan solo la confianza en la Providencia Divina hicieron frente a los Papas de su tiempo y al los episcopados de todo el mundo. Su ejemplo y valentía nos debe dar fuerza para continuar la lucha santa que ellos empezaron y preferir, como ellos, a morir “excomulgado” por esta Roma modernista antes que traicionar la causa de Cristo nuestro redentor. Conozco a un sacerdote que tuvo la valentía de decir ante uno de los Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre que: “Prefería seguir “excomulgado” antes que aceptar las propuestas de la Roma modernista”, recemos por él para que permanezca firme si está con aquellos que dijeron NO A LOS ACUERDOS) Y cuando esta situación toque a nuestras puertas recordemos que en una semejante, excepcional y extraordinaria San Sofronio se enfrentó a ella; ya que en SITUACIONES NORMALES, todos los católicos, sacerdotes y seglares, debemos obediencia al Papa y a los Obispos, como sucesores respectivamente de San Pedro y de los Apóstoles, en todo aquello en que Cristo les dio potestad para atar y desatar.

APÉNDICE. Como su nombre lo dice, es una continuación que no data de ese tiempo heroico de San Sofronio, pero si está íntimamente relacionado con el por ser la causa común de estos dos tiempos de la Iglesia Católica semejantes y paralelos en defensa de la fe y doctrina y que, para los conocedores de esta gesta histórica, tiene los mismos ingredientes de aquella aunque de diferente modo. Esta gesta a la que nos referimos tuvo lugar en México católico hasta los tuétanos en 1920, fecha en la que empezó una gran encrucijada para el México descendiente de la España católica, aunque ésta ya desde hacía casi cien años había renunciado a estos territorios entregándolos a las logias masónicas que se estaban formando en los estados del norte.


1926-1929 son las fechas claves en donde el pueblo mexicano libro una batalla sin igual contra el comunismo ateo enquistado en el gobierno de ese tiempo de corte marxista-Leninista. Durante esta guerra o cruzada por la fe y la doctrina católica. (Quien quiera saber más detalles sobre ella les recomiendo mis artículos editados en este mismo blog con el titulo LOS CRISTEROS) Dios suscitó para este momento muy especial no solo caudillo y líder sino un pueblo con una gran convicción providencial de defender los derechos de Cristo y su Iglesia: Digo caudillo en el General Goroztieta, hombre cabal y de palabra que terminó su vida como católico después de ser agnóstico; Anacleto Gonzales Flores (hoy beato) fundador de un movimiento llamado A. C. J. M. (Asociación Catolica de Jóvenes Mexicanos) que tuvo mucha participación en la guerra Cristera. Del primero no tengo cita solo su corta estancia entre los cristeros; del segundo son memorables las siguientes palabras con las que arengó a sus jóvenes antes de partir a la guerra:

 “De sobra sé que lo que va a comenzar para nosotros ahora es un calvario. Dispuestos hemos de estar a coger y a llevar nuestra cruz. A Uds., que han querido espontáneamente batir la masa y afrontar conmigo las más difíciles situaciones, los he llamado para plantearles ahora con crudeza el problema tal cual es. Si los convido en este momento a continuar la tarea, no quiero que alguno este engañado acerca del alcance que tiene la invitación: los convido a sacrificar su vida para salvar a México. Siento la sagrada obligación de no engañar, yo, que soy aquí el responsable de la decisión de todos. Si me preguntará alguno de Uds., que sacrificio le pido  para sellar el pacto que vamos a celebrar, le diría dos palabras: TU SANGRE. El que quiera seguir adelante, dejen de soñar con curules, triunfos militares, galones, brillo, victoria y dominio sobre los demás. México necesita una tradición de sangre para cimentar su vida libre de mañana. Para esa obra está puesta mi vida y para esa tradición les pido la vuestra.” (Anacleto González Flores.)Está de más decir que son dignas de meditación profunda y es como si las dijera Nuestro Señor Jesucristo en esos momentos.

La voz de todo un pueblo que en el congreso de 1920 fue clausurado después de su inminente triunfo, a pesar de las autoridades que trataron de disolverlo, que se ofreció a Dios, por las manos de Nuestra Señora de Guadalupe, con estas palabras: “"Ángeles santos, que en cálices preciosos recibís la Sangre que brota de esas llagas No las llenéis hasta los bordes! Dejad lugar para la sangre nuestra! Queremos, como el gran San Pablo, poner con las tribulaciones nuestras lo que le falta a la Pasión de Cristo, para México, el hijito mimado de María Guadalupe, sea también el soldado más valiente del Rey muerto que reina vivo!" Que este escrito nos haga entender que, como católicos de este momento histórico de la Iglesia, estamos obligados con un pacto de sangre que se selló en el Calvario con la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, a  en conciencia luchar en la defensa de la fe y la doctrina bajo de recibir el castigo eterno si no lo hacemos.