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martes, 25 de octubre de 2016

MEDITACIÓN: Injurias a Jesucristo


SEGUNDA PARTE


 Meditaciones devotísimas
De la Seráfica Virgen Santa Catarina de Sena

  ¿Por qué no te representas este rostro tan desfigurado, para que pierdas el deseo que tienes de parecer bien en el mundo, y conozcas que  si tú no estuvieras inmundo, tu Dios no te hallará cargado de inmundicias? Y contemplándole con piedad serás lavado, y limpio de tus pecados, y participarás de la belleza y hermosura que te puede hacer dichoso y bienaventurado eternamente.

  ¡Mas ay de mí! Teniendo su rostro cubierto con un velo, los criados del pontífice le abofetean, y luego le dicen, que adivine quién le dio. ¿Pues qué? Aun le hacen este agravio de dudar si es Profeta? ¿No han oído a San Juan Bautista que lo anunció, y dijo que él no era digno de llegarle a la cinta del zapato? ¿Moisés no le predijo por inspiración divina, y el pueblo le confesó por tal? ¡Ay! No solamente es Profeta, es la profecía misma, es el oráculo celestial, y la boca por donde los profetas han profetizado. Es el que conoce los pensamientos de los hombres, y lo ve todo con los ojos de su divinidad.  ¿Cómo pues, judíos necios, le cubrís el rostro de miedo que no vea el que le da? ¿No os ha dado bien a entender, que nada se le puede encubrir? ¿No os acordáis, obstinados escribas, que después que curó al paralítico, y le perdonó sus pecados, murmurabais, y decías en vosotros mismos y en vuestros corazones que blasfemaba, porque sólo a Dios tocaba y pertenecía el remitirlos, y luego al punto por su ciencia infinita conoció lo que decías y pensabais, y os preguntó, porqué disputabais tales cosas en vuestros corazones? ¿Os habéis ya olvidado, fariseos, que cuando hizo el milagro de curar aquel hombre ciego, mudo y endemoniado, de que todo el pueblo se admiró, Él vio vuestros corazones, y os descubrió vuestra intención, que era de calumniar este milagro, pensando que había echado el demonio de aquel cuerpo el virtud de belcebú, y con vivas razones os mostró cómo vuestros juicios eran errados, y que Él lanzaba los demonios en virtud del poder de su Padre? ¿Y si Él ve cuanto pasa, y sabe los pensamientos de los hombres, podrá ignorar, aunque está cubierto, quién le ofende, quién le abofetea, y quién da? Él ve el corazón de los malos, y el infierno también está delante de Él patente. Él penetra y reconoce los caminos que tienen los hijos de Adán, para darle a cada uno el premio o castigo que mereciere según sus obras. Nada se hace que Él no lo sepa, y nada se encubre a su vista.

  Mírate a ti dentro de ti, cristiano, mira lo que haces y cómo vives, pues que no haces, dices, ni piensas cosa alguna, que tu Dios no lo sepa, lo vea y entienda. Dios lo ve todo, y lo conoce todo, y castiga a los que le ofenden con pena eterna. Guárdate bien de ofenderle, ni con pensamientos ni con obras, si no quieres quedar perdido para siempre.

  Dios de misericordia y de consuelo, a quien todas las cosas son patentes, pues veis y conocéis los pensamientos de los hombres, y penetráis hasta lo profundo de su corazón. Y aunque el velo de mi hipocresía sea tan espeso, que los hombres no vean la enormidad de mis culpas, vuestra perspicaz vista le penetra, y habéis visto las suciedades y manchas de mi alma, que otro que Vos no las puede lavar. Sacad agua de contrición de lo profundo de mi corazón con qué lavarlas, para que tengáis gusto de verla limpia.

  Haced Señor que buscando vuestro rostro en este mundo pueda gozar de la gloria, adonde después de esta vida mortal me llamáis. Y si de esta gracia, Eterno Padre, no soy merecedor, oíd a vuestro Hijo, que os ruega por mí, diciéndoos: Padre mío, bien sabéis vine al mundo por vuestro orden para padecer por todo el género humano, para que los que creyesen en Mí, se salvasen. Mirad pues, Padre, mirad a este cristiano penitente, y borradle sus delitos; y si no merece que le miréis,  mirad lo que yo he sufrido, advertir mi humildad, reparad en el rostro de tu amado Hijo Cristo todo lleno de bofetones y golpes, cubierto de salivas. Ved mis ojos abatidos de tristeza, y mi frente cubierta de afrenta; y así, Señor, por mi amor perdonad a este pecador.