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martes, 28 de marzo de 2017

Devoción de los cinco minutos diarios para el SAN JOSE



AVE JOSEPH



   Invocar a los santos en nuestras necesidades es una cosa tan útil y provechosa, que la feliz experiencia de  todos los días nos lo afirma más y más, porque de hecho los santos son honrados con mayor gloria accidental a medida de la devoción que les tenemos, porque Dios es honrado en las alabanzas que dirigimos a sus escogidos, porque nuestro Señor premia nuestra devoción concediéndonos por la intercesión de los santos las gracias que le pedimos. 

Mas así como no todos los santos son iguales, así queremos notar aquí que no todos tienen la misma protección, pero así como la Virgen, por gracia y privilegio, puede lo que Dios puede, así, de un modo semejante, podemos decir de San José cuyo poder es tan grande ante Dios que sirve para alcanzar todas las cosas. Nada más justo, pues, que arreglar una devoción diaria a San José, que abrace  los siete días de la semana, en los que le pediremos, entre muchas otras cosas, la gracia de extender su devoción por medio de las imágenes, de conformarnos con la voluntad de Dios en los trabajos de la vida, de invocarlo durante en día por medio de jaculatorias, de ponernos bajo su amparo como nuestro protector especial, de tomarlo por nuestro compañero como Jesús y María y de detestar el pecado de modo que tengamos una buena y santa muerte.

Martes.- Invocación de San José.


   Considera: ¿Tengo devoción a San José? ¿Se la tengo de modo que me inspire confianza? ¿Me la inspira de suerte que le invoque? ¿Lo invoco en la tentación, en los peligros, en las persecuciones y principalmente cuando el demonio de la impureza me tienta? Este día ha de ser el destinado para adquirir la práctica de la devoción a San José, y será una de las mejores jaculatorias decir: Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía. Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía. Jesús, José y María, haced que expire en paz y con vos el alma mía. Resolver decirlas por la mañana y por la tarde; después, dos veces por la mañana y otras tantas por la tarde; después, cuatro; luego, cada hora, cada media hora, cada cuarto de hora, hasta alcanzar del todo la presencia de Jesús, María y José. Empleados los cinco minutos en estas consideraciones, tomar las resoluciones indicadas y concluir rezando siete veces: Señor San José, dignísimo esposo de María y padre virginal de Jesús.